Dra. Ninell Dedios MImbela
CIDMA
PERU
“El agua, el aire y
la limpieza son los principales productos de mi farmacia”.
Napoleón
Bonaparte.
Inicio la redacción del presente
artículo realizando una reflexión sobre la cantidad de agua dulce que no es
utilizada: en la agricultura, en el hogar, y en las diferentes actividades
económicas que de manera cotidiana realizamos. El desarrollo de prácticas ineficientes sobre el uso del agua
en el mundo nos direcciona hacia una sociedad donde la brecha hacia un recurso
tan preciado se hace cada vez mayor.
Lamentablemente en el mundo, más de 2.500 millones de personas viven en
condiciones pésimas de higiene y saneamiento. La razón es que el agua es
fundamental para el desarrollo de la gran parte de la labor que realizamos con
esos fines. A diferencia del petróleo, el agua es esencial para la
supervivencia y por tanto no hay sustitutos. El crecimiento demográfico
exacerbará el problema, al igual que el cambio climático. Cuanto más crece la
economía mundial, más sed de agua se tiene. De acuerdo con la Organización
Mundial de la Salud, cada día mueren alrededor de 3.900 niños a causa del agua
sucia y de la falta de higiene; las enfermedades transmitidas a través del agua
o de los excrementos humanos constituyen la segunda causa de muerte infantil en
el mundo después de las enfermedades respiratorias.
Al pensar de forma
globalizada comprenderemos que los
problemas derivados de la escasez del agua cruzarán las fronteras y en un
futuro no muy lejano es altamente probable que las administraciones del poder
no estén bajo las mangas de la tecnología sino de “Quien dispone de Agua”. Según
informes del International Alert, indica que hay 46 países, donde viven 2.700
millones de personas, en los que el cambio climático y las crisis relacionadas
con el agua crean un elevado riesgo de conflictos violentos. En otros 56
países, con una población de 1.200 millones de habitantes, existe un elevado
riesgo de inestabilidad política. Esto es más de la mitad de la población
mundial.
Entonces
si sabemos que el agua es esencial para la vida y que ningún ser vivo sobre la
Tierra puede sobrevivir sin agua. ¿Porque nos damos el lujo de desperdiciarla? Una persona puede sobrevivir un mes sin alimentarse,
pero sólo siete días como máximo sin beber agua. La mayoría del agua que consumimos a diario procede de los alimentos
pero se necesitan 450 litros de agua para producir un huevo de gallina, 7.000
litros para refinar un barril de petróleo crudo y 148.000 litros para fabricar
un automóvil (Diario el Comercio, 2016). Según el Informe de las Naciones Unidas
sobre el desarrollo de los recursos hídricos en el mundo, en el 2050, al menos
una de cada cuatro personas vivirá en un país con escasez crónica o recurrente
de agua. Por esta razón, tanto la escasez como la baja calidad del agua y un
saneamiento deficiente afectan negativamente a la seguridad de los alimentos,
las opciones de sustento y las oportunidades de educación, sobre todo las de
las familias más pobres del planeta.
Sobre una Cultura del Agua
Ser
conscientes de la problemática que nos aqueja y tener la responsabilidad de
velar por su calidad y su cantidad es una tarea que nos atañe a todos desde el
ciudadano a la institución y al país. Por ello es necesario adoptar prácticas
que aseguren “agua para la vida” donde la cultura
del ahorro y protección del agua sea el pilar de la definición misma.
Bibliografía
http://www.cinu.org.mx/prensa/opeds/2008OPEDaguaesvida.html
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